9 de julio de 2012

Las calles de Cali

Indelicado o exigente, europeizado, llegué a esta ciudad alegre, alegre pero convulsa e inclemente.

En dos meses dos heridos de bala en mi barrio, en diez minutos 2 robos de bicicleta, a menos de 100 metros tres accidentes de tránsito. Mi padre dice que no me busque problemas, yo le respondo, los problemas ya los tenemos, yo no tengo trabajo, su pequeña pensión sufre con cada intento de subida de la factura telefónica, el celular, los impuestos o alguna eventualidad como los robos.
La calle en ciertos momentos es intransitable por el ruido, el tráfico caótico y la inseguridad. A propósito, no entiendo de donde sales tantos carros, la gasolina está casi tres veces más cara que en Europa y Norteamérica.


Bala perdida 

Ahora la gente habla mucho de los muertos por bala perdida. Pienso en mí, mis proyectos, mi familia que no vive en este alocado país (los colombianos pobres prefieren la acepción “lindo país”, parece que tampoco saben de semántica). Hace un mes se escucharon unos tiros en el parque, resulta que le dieron a un adolescente "por equivocación". Ayer otro chico de este barrio fue abaleado en el barrio circunvecino. Ambos pudieron sobrevivir. He vivido dos noches de "balacera por parranda"; solo una de ellas me levanté y me asomé por la ventana. En la esquina divisé cerca de 40 motos y poco a poco vi como empezaban a marcharse. Posteriormente me contó mi vecina que era una fiesta de salseros, y que habian descargado varias armas de fuego "por pura recocha".

Hincha de futbol 

Hoy clasificó un equipo de futbol a la primera división, el América de Cali, aunque igual podía haber sido el Deportivo Cali. El índice de delincuencia en las horas posteriores a los partidos aumenta notablemente. La semana pasada tras finalizar un partido del Cali, yo me dirigía en un taxi por una avenida de 4 carriles, la autopista suroriental. El taxista conducía sin la más mínima intención de parar, a más de 70 KM por hora. Cientos de jóvenes que dejan mucho que desear con su apariencia cruzan sin mirar ni importarles los carros, caminan por el medio de la autopista como ciegas turbas. El taxista los va esquivando mientras nos cuenta que no se arriesga a parar porque lo más seguro es que lo atraquen y le estropeen el carro. Hoy lunes le tocó al América el festejo. Caminando hacia la casa me estremecieron 4 ambulancias que pasaron juntas, en un sentido de la carretera, luego en el otro sentido otra ambulancia y un carro de bomberos. Pasado un rato, ya en el calor de mi familia, estuve escuchando mucho más sonidos de tiros con arma de fuego que de la misma pólvora del festejo.

El vecino

El vecino se encuentra en la calle pitando con una corneta a los carros que pasan en algarabía. Los vehículos pasan con la gente asomada por las ventanillas mientras dan acelerones y pitan. Ya han pasado tres horas y el vecino sigue haciendo chillar su corneta, de pie al borde de la acera, es un adolescente, su padre se halla sosteniendo a una bebé en brazos. Ya es martes.

Hace tres semanas, a uno de los chicos de la pandilla que se estaciona en la esquina de la escuela, los sorprendieron los motorizados –dejame sano, ya tenés el tubo- le dijo al policía. Desistió de llevárselo preso –dejame tu teléfono- insistió el joven –No, yo te llamo-, respondió el policía. Le volverá a vender el mismo revolver, siempre sucede así.
Mi papá me alega que ha logrado por lo menos en la vida darnos de comer, que no nos vallamos a meter en problemas nunca, en líos en la calle con otros; el cree que debemos agachar la cabeza ante las dificultades en la calle pues, según su teoría, “no sabemos quiénes son los otros” Pienso que menos mal y no fue un hombre con carácter pues nos hubiera formado como unos perfectos idiotas en esta cruda sociedad, seguramente, igual de pobres.

La de nuestra educación desde luego fue nuestra madre que terminó su escuela primaria para poder ayudarnos mejor con las tareas.

Redactor

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